miércoles, 15 de febrero de 2012

SAN VALENTIN


Todas las noches durante un rato, antes de dormir, pensaba y preparaba todo lo que iba a decirte y también imaginaba tus respuestas, reacciones y como pensaba yo que interpretarías mis sentimientos.
Al levantarme, buscaba el momento oportuno para expresarlo todo, el día avanzaba y siempre se cruzaba algo que parecía evitarlo. Llegaba de nuevo la cama y vuelta al primer párrafo. 
Que paradoja, la ausencia de sonido era mi principal aliado, los momentos de silencio eran los que estábamos más cerca de romperlo pero algo lo impedía siempre.
Y de nuevo: la noche y la esperanza bailando en tu mente imaginando que mañana por fin si que lo conseguiríamos, alimentando una débil torre emocional sustentada en pilares de recuerdos: el amor, o tal vez; el cariño.
Algunas veces, no muchas, antes de separarnos para el descanso, nos acercábamos mucho y bebíamos de nuestros cuerpos que alborotados también sonaban fuerte para impedirnos hablar y luego nos mirábamos y un beso imponía de nuevo el silencio.
Mucho tiempo compartido, proyectos inacabados, carentes de la ilusión que los haría avanzar, miles de anécdotas, emociones y momentos de placer pero siempre con mucho ruido, imposible conectar.
El sonido del silencio, la ausencia del complemento, la exigencia de interpretar un papel del que, seguramente, ni siquiera conocemos el guión o equivocamos el personaje.
La exigencia de ser y mostrarte feliz cuando en tu fuero interno estas muy lejos de serlo, sin culpar a nadie por ello.
La ignorancia de tener la certeza de que los demás son como tu o si encajan perfectamente en su papel, la ausencia de reglas y la libre intuición, tan peligrosa y complicada.
Pero ayer, San Valentín, cuando te vi llegar con mi regalo, con aquel sugus, y comprobe que era azul, mi preferido; todo se aclaro y al degustarlo lentamente mirándote a los ojos descubrí que no hacía falta hablar, para qué..........


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