sábado, 27 de octubre de 2012

Espirales.


Esta perfectamente construida, ningún saliente, ni una variación en la rugosidad o el color, absolutamente uniforme. No tiene muescas ni señales, quizá nunca nadie pasó antes por aquí o no tuvieron fuerzas y tiempo para dejar marcas.

Al mirar arriba puedo comprobar como el cielo también se ha contagiado de esa homogeneidad, un azul casi oscuro de puesta de sol con todavía algo de luz, ninguna diferencia de matiz ni tonalidad.

Desde la mañana que llegué mi ropa también cambio y toda ella adquirió un solo color uniforme y apagado. Mi parte izquierda comenzó a parecerse a la derecha o la diestra a la siniestra, ya son iguales.

Cada día es idéntico y solo consiste en andar entre estos muros, buscar el centro, sin comer ni apenas dormir, no siento hambre ni sueño, un estado intermedio que se mantiene idéntico durante toda la jornada.

Ni un miligramo de pasión, solo una nómina mensual que no tengo donde gastar y tú, en el centro, con el whatssApp.


   
       

jueves, 25 de octubre de 2012

Renacer

Para ti, (es tuyo).


Un ataque repentino de conciencia hizo que me planteara un profundo y completo periodo de aprendizaje.
Hoy es mi primer día y llevo horas ordenando a mi pie izquierdo que supere al derecho, y viceversa. Es duro y después de horas ya casi lo hago sin pensar. 

Mañana es la clave, máxima atención para algo que no permite fallos: la respiración.





lunes, 22 de octubre de 2012

Comida casera


No había conversación en la mesa, tras respirar profundo y mirarlo fijamente, me atrapó. No podía salir; agobio, nervios, susto y temor, encerrado en el cuadrado, todo se mueve y cambia por momentos.

Una luz azul clara, una mujer morena; la reina de corazones, sonríe y siento mucha paz, me acaricia con cariño, la miro a los ojos, está llorando. Nos despedimos sin palabras y siento que ya nos queremos, pero no me habla.

Quiero seguir buscando la salida, volver a donde estaba, y no veo el final, el cuadro oscila y se transforma, como un complejo laberinto.

Azul oscuro, fundido con rojo, una mujer rubia aparece con el torso desnudo, me llama y me besa despacito, como en un susurro. Quiere fundirse conmigo pero no tiene ojos donde mirarme y yo solo quiero marchar.

No hay solución, no atisbo las fronteras o límites de esta casilla, me desespero, el suelo se mueve y el cielo cambia de color, siento que quedaré atrapado aquí siempre.

Papá, papi!, papááá!!!!,  ¿te traigo algo de postre?, y sonriendo liberado le respondo; no gracias, mi amor.


Atrapado en un cuadrito del mantel.




domingo, 14 de octubre de 2012

No es el momento.


Todos los días nos besábamos después de compartir el desayuno y al despedirnos sonaban esas fresas vacías llenas de buenos deseos que no por manidos dejan de ser ciertos.

Más tarde conducía unos cien metros hasta verla esperando en la esquina,  la observaba con el tiempo y la calma que da la lejanía. Nunca miraba antes, ni un gesto de ansiedad o prisa por mi llegada, a su rollo, con sus cosas. Tras pitar, subía al coche y me dedicaba una de sus cegadoras sonrisas para luego  trastear con sus papeles o engancharse con su iphone al mundo virtual.

El tráfico, los semáforos y sobre todo un meticuloso estudio para elegir el carril más lento, me permitían lanzar multitud de miradas a la derecha antes de llegar a destino: la capucha del boli en la boca anotando algo, leyendo, ordenando sus papeles, consultando su agenda en el móvil, siempre preciosa y distante.

Las mañanas se sucedían interminablemente, y aquel ritual basado sobre todo en ignorarme, me convirtió en un espectador apasionado de cada detalle. Era un juego pronosticar cada mueca, cada rictus de su rostro antes de que se produjera. Creo que ya la amaba, convertida en reina de ese mundo de ilusión de veinte minutos al día.

Hoy, 13 de octubre, día de nuestro aniversario, hubo desayuno especial y postre. 

Todo siguió diferente, nada fue habitual esa mañana, parado en el semáforo observe perplejo como ella levanto su vista y sonrió desde la esquina, no conocía ese gesto y quede desconcertado.

No llevaba nada en las manos, no tuve que tocar el claxon, subió al coche y lanzó esa primera sonrisa que tras deslumbrarme dio paso a otra más tranquila y apagada mientras mantenía toda su atención en mi. Me sentí extraño.

Llovía, mucho tráfico y una sensación de inseguridad y prisa me hacía saltar de hueco en hueco para llegar con urgencia. Tuve que parar en la luz roja, la mire, me sonrió con ráfagas y solo alcance a decir torpemente: “no es el momento”.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Azul y agua.




Para Duckie.






Echo de menos tus lagrimas.
Ni alegres ni tristes, tuyas.
Sentidas, un poco mías,
y solo ahora; compartidas.