Este año nevará sobre las sillas de la terraza, no las guardaron como todos los principios de otoño, ni se prepararon las cosas para el invierno. En el jardín, como en el resto de la casa, todo se paró en agosto. El súbito e inesperado incendio se llevo el verano. El agua de la piscina intento apagar el fuego sola y nadie sabemos donde ha ido ni por donde se ha escapado, simplemente vemos que ya tampoco está.
Todo se fue marchando en silencio, no vimos salir a nadie, pero casi todo se ha ido, despacio y sin hacer ruido.
Yo, sigo aquí, sentado en la mecedora del porche y esta mañana con dos grados bajo cero y lluvia pensé que quizá va siendo hora de quitarme el bañador, tengo frío.
Al despertar, te sentaste al borde de la cama, estabas tan
triste que apenas sentiste como un cosquilleo los suaves golpes en el dorso de
tus píes. Más tarde, en la cocina, después de que se perdiera un rato tu mirada
en la ventana, observaste que la mesa estaba llena de diminutas láminas de cristal.
Creías que no te quedaban lágrimas y aquello te sorprendió, asombrada, vistes
como caían en grupos, brotaban de tus ojos sólidas y casi planeaban hasta
posarse en la mesa. Tu llanto de vidrio duro un buen rato y luego, por no
tirarlas, las agrupaste y guardaste en una vieja cajita de latón. Triste y
sola.
Todo el día llamándote y al llegar a casa, silencio. En la
cocina, sobre la mesa, una pequeña cajita antigua de farmacia. Al sentarme
pensé en ti, no es normal dejar la ventana abierta en el mes de noviembre,
nunca actúas así. El viento sonaba
fuera y la curiosidad me hizo levantar ese objeto con cuidado para ver que
secreto guardaba en su interior. Al girar la tapa una ráfaga de aire empujo
multitud de pequeñas y brillantes estrellas contra mi rostro, que sentí húmedo
al instante. Es difícil explicar lo que ocurrió en ese momento, comencé a
llorar sin salir nada de mis ojos. Creo que viví tu llanto, percibí tantas cosas, tan intensas y diferentes emociones, tan novedosos sentimientos, que entendí que la realidad no es singular y la verdad es una familia
numerosa.
Sentado en el café veía pasar la tarde una vez más. En la otra mesa, la chica miro a su pareja de una manera especial,una expresión que decía mil cosas sin palabras. El sonido embarullado de aquel café actuaba de orquesta, acompañando el momento en que andaron sus manos hasta susurrarse un beso. Un monumento a la comunicación en menos de medio minuto que quise congelar en mi mente para las tardes de lluvia.
Al oír los los cascabeles mire hacía la puerta. Sabía que nunca entrarías, pero esperaba algún tipo de proyección tuya, que se acercará a mi mesa me mirará y sin hablar sintiéramos conocernos desde siempre. Pediría tu te verde y al marcharse el camarero, me mirarías como la chica de la mesa de enfrente.
Suenan las hojas al andar, muertas ya, gritan su último aliento para poner música a nuestro paseo de otoño. Buscan cada paso para intentar colarse bajo los zapatos y así poder cantar. Otras, las más ligeras, remontan el vuelo para dibujar piruetas acrobáticas en el aire.
Tú las observas pensativa y yo aprovecho la canción para subir por el cuello de tu abrigo.
Esta
perfectamente construida, ningún saliente, ni una variación en la rugosidad o
el color, absolutamente uniforme. No tiene muescas ni señales, quizá nunca
nadie pasó antes por aquí o no tuvieron fuerzas y tiempo para dejar marcas.
Al
mirar arriba puedo comprobar como el cielo también se ha contagiado de esa
homogeneidad, un azul casi oscuro de puesta de sol con todavía algo de luz,
ninguna diferencia de matiz ni tonalidad.
Desde
la mañana que llegué mi ropa también cambio y toda ella adquirió un solo color
uniforme y apagado. Mi parte izquierda comenzó a parecerse a la derecha o la
diestra a la siniestra, ya son iguales.
Cada
día es idéntico y solo consiste en andar entre estos muros, buscar el centro,
sin comer ni apenas dormir, no siento hambre ni sueño, un estado intermedio que
se mantiene idéntico durante toda la jornada.
Ni
un miligramo de pasión, solo una nómina mensual que no tengo donde gastar y tú,
en el centro, con el whatssApp.
Un ataque repentino de conciencia hizo que me planteara un profundo y completo periodo de aprendizaje.
Hoy es mi primer día y llevo horas ordenando a mi pie izquierdo que supere al derecho, y viceversa. Es duro y después de horas ya casi lo hago sin pensar.
Mañana es la clave, máxima atención para algo que no permite fallos: la respiración.
No había conversación en la mesa, tras respirar profundo y
mirarlo fijamente, me atrapó. No podía salir; agobio, nervios, susto y temor,
encerrado en el cuadrado, todo se mueve y cambia por momentos.
Una luz azul clara, una mujer morena; la reina de corazones,
sonríe y siento mucha paz, me acaricia con cariño, la miro a los ojos, está
llorando. Nos despedimos sin palabras y siento que ya nos queremos, pero no me
habla.
Quiero seguir buscando la salida, volver a donde estaba, y
no veo el final, el cuadro oscila y se transforma, como un complejo laberinto.
Azul oscuro, fundido con rojo, una mujer rubia aparece con
el torso desnudo, me llama y me besa despacito, como en un susurro. Quiere
fundirse conmigo pero no tiene ojos donde mirarme y yo solo quiero marchar.
No hay solución, no atisbo las fronteras o límites de esta
casilla, me desespero, el suelo se mueve y el cielo cambia de color, siento que
quedaré atrapado aquí siempre.
Papá, papi!, papááá!!!!,¿te traigo algo de postre?, y sonriendo liberado le respondo;
no gracias, mi amor.
Todos los días nos besábamos después de compartir el desayuno y al despedirnos sonaban esas fresas vacías llenas de buenos deseos que no por manidos dejan de ser ciertos.
Más tarde conducía unos cien metros hasta verla esperando en la esquina, la observaba con el tiempo y la calma que da la lejanía. Nunca miraba antes, ni un gesto de ansiedad o prisa por mi llegada, a su rollo, con sus cosas. Tras pitar, subía al coche y me dedicaba una de sus cegadoras sonrisas para luego trastear con sus papeles o engancharse con su iphone al mundo virtual.
El tráfico, los semáforos y sobre todo un meticuloso estudio para elegir el carril más lento, me permitían lanzar multitud de miradas a la derecha antes de llegar a destino: la capucha del boli en la boca anotando algo, leyendo, ordenando sus papeles, consultando su agenda en el móvil, siempre preciosa y distante.
Las mañanas se sucedían interminablemente, y aquel ritual basado sobre todo en ignorarme, me convirtió en un espectador apasionado de cada detalle. Era un juego pronosticar cada mueca, cada rictus de su rostro antes de que se produjera. Creo que ya la amaba, convertida en reina de ese mundo de ilusión de veinte minutos al día.
Hoy, 13 de octubre, día de nuestro aniversario, hubo desayuno especial y postre.
Todo siguió diferente, nada fue habitual esa mañana, parado en el semáforo observe perplejo como ella levanto su vista y sonrió desde la esquina, no conocía ese gesto y quede desconcertado.
No llevaba nada en las manos, no tuve que tocar el claxon, subió al coche y lanzó esa primera sonrisa que tras deslumbrarme dio paso a otra más tranquila y apagada mientras mantenía toda su atención en mi. Me sentí extraño.
Llovía, mucho tráfico y una sensación de inseguridad y prisa me hacía saltar de hueco en hueco para llegar con urgencia. Tuve que parar en la luz roja, la mire, me sonrió con ráfagas y solo alcance a decir torpemente: “no es el momento”.
El yin y el yang, el blanco y el negro, el dudoso bien y el supuesto mal, las escalas y tonalidades, lo borroso y lo ambiguo. El poso de la primera juventud, adolescencia y transgresión, paseo por el jardín prohibido.
¡Cuanto atrae lo no permitido, que placer da ser travieso!, la condición de llevar la chupa de cuero en la sangre de por vida. Ser, frente a lo establecido, es sentir y realizarse.
Y apareciste, mirarnos y conocernos, no hubo dudas, ambos teníamos algo de ángel y una parte de diablo. Los dos supimos que jugábamos con fuego y nos lanzamos a un envite sin pactar las reglas.
Disfrutamos del día y la noche, lo claro y lo oscuro. Nos mirábamos a la cara con una sonrisa cómplice al lanzarnos por pendientes sin saber que había abajo. Subidones de adrenalina al explorar nuevas sensaciones, siempre juntos. Nada rompía nuestra mirada, por muy arisco que fuera el juego, la seguridad que me daban tus ojos, ese azul, tan inmenso y acogedor. Tu respeto.
Tan seguro era el puerto, que siempre salí sin mapa, sin carta de navegación.
Tuve dudas en el día y fui consciente en la noche, me había perdido.¿Que hacer?. Nuevas sensaciones: temor, ansiedad y dudas.
Ya no me interesa el riesgo, ni me atrae el juego, nada de sensaciones fuertes, solo verte de nuevo. Y no te encuentro.....
Es difícil dormir ya que cuando el día cae y estoy cansado y aburrido el se encuentra excitado y con ganas de juerga. Y claro, no le voy a dejar solo....¡que me las hace cuadradas!.
Normalmente, yo que soy más educado y serio, trabajo muchas más horas y cuando ya quiero irme a descansar aparece bostezando y se pone a llamar o chatear con cualquiera de mi agenda. No nos llevamos mal y muchas veces me río con él y me hacen gracia sus ocurrencias pero, eso si, hasta un limite. Lo malo es tener que acostarme y despertarme siempre con el a diario, agotado todo el día y dormido por las esquinas, levantarle...... ni os cuento.
Que aburrido y cortes siempre, mortalmente educado y cumplidor, tan galante con las damas que si no es por mis intervenciones puntuales seguiría virgen.
No acaba de entender que a ellas no les gustan los tipos tan “sensibles” y bien hablados y un “exabrupto” de vez en cuando acompañado de un apropiado cachete a dado más resultado que sus interminables periodos de corrección, cafés, llamadas y mensajitos.
Siempre protestando por acostarse tarde y madrugando más que el gallo, ¡que pesao!, con lo bien que se pasa una mañana de domingo remoloneando en la cama.
Una cosa si hay que reconocer que la cama para descansar siempre nos hace discutir pero en la otra no formamos mal equipo, ¿eh?.
Hombre,hay que ser humilde pero eso, la verdad, lo bordamos.
Cuando se dejan en ti confiadas, se abandonan a ese señor tan dulce y previsible como inofensivo. Aparezco yo, y...... ¡Zas!
Tengo que reconocer que las sabes leer, siempre entras en el momento justo y con la dosis necesaria.
Coser y cantar compañero, después de tanto tiempo, no es necesario ni ensayarlo basta un pequeño gesto, una intuición, para que se produzca la alternancia de papeles y encaje a la perfección. Y a ellas les encanta.
Lo malo es lo de ella, ese empeño de no dejarte actuar.
Habla con ella, ya sabes que yo no puedo.
Se lo he dicho, mil veces, y mira que se llevaba bien contigo.
Se conocían hace ya más de cuatro años y tuvieron una amistad intensa y espontánea o quizá fue algo más, el caso es que conectaron muy bien e igual de rápida se produjo la desconexión.
Ella sola, desarraigada del lugar, él triste y viviendo más la noche que el día, ambos con el corazón roto, necesitados de cariño y con pánico al compromiso.
Fue intenso, se asomaron dentro el uno del otro y salieron corriendo cada uno en una dirección y no es que les disgustara lo que vieron es que tenían la firme decisión de estar solamente de paso.
Ahora, habían pasado ya cuatro inviernos, ella había comprado y vendido casa, el cansado de ir de hotel en hotel acababa de firmar su condena hipotecaria. Algo no había cambiado; seguían solos aunque el corazón de ambos era algo más fuerte.
Cuando entro el en la casa se sentó en el suelo, en la esquina del comedor y pensó que era demasiado grande y se pregunto como iba llenar todas esas habitaciones. Tuvo miedo.
Cuando acabo la mudanza, se vio sola y rodeada de cajas de todos los tamaños, liberada pero también asustada, miro el reloj y salió pitando a buscar a la persona que daba sentido a su vida. Más tarde las dos juntas darían orden y concierto a toda esa montaña de cartón para hacer algo parecido a un hogar.
Dejo la casa vacía y llegó a esa puerta siguiendo las instrucciones de un trocito de papel, llevaba al pato Donald y un CD de los payasos de la tele, respiro hondo y toco el timbre.
Ella abrió, estaba guapa, sonrío le beso y llamo a su hija ,detrás de unas cajas apareció la pequeña sonriendo para recibir sus regalos. Había cajas por todos los lados y ella abrió una para sacar el equipo y poner el CD. La niña sonreía y bailaba, ellos dos hablaban pero no se escuchaban y buscaban dentro de los ojos lo mismo que vieron al asomarse hace unos años.
La magia del circo ocupo el piso y lo transformo en “El imperio de las Cajas”, con la tenue iluminación de unas simples bombillas, palabras precipitadas, risas y ternura. El más complejo número de equilibrios hasta el final de la función para intentar ver si ese balcón seguía teniendo las mismas vistas. El maestro de ceremonias reinaba en la pista junto al pato Donald.
Al marcharse, estaba contento, no pensaba en el futuro solo sabía que nunca volvería allí porqué eso no era un hogar y puestos a elegir prefería vivir en el suyo e irlo llenando poco a poco.
Lo pase bien, las llamare para que vengan a bailar a mi nueva casa allí tenemos más sitio sin tanta caja.
Recuerdo aquellas tardes de domingo cuando te recogía en la puerta de casa para andar hacía allí. El ritual siempre era muy parecido, primero; una serie de reivindicaciones y quejas inconexas en el que se mezclaban varios destinatarios: padres, hermanos, profesores, amigos y el que pasará por nuestra vida en ese momento. Una especie de desahogo mezclado con un alegato de protesta preguntándonos porqué las cosas tenían que ser así, si para nosotros estaba claro que no debían de ser de ese modo.
Daba igual quien empezará primero, el otro escuchaba y asentía con visibles gestos de empatía, solo en muy raras ocasiones; corregía. Con paciencia, esperaba su turno y lo aprovechaba para “vomitar” su rechazo a lo que nos tocaba vivir. No había nada de política, si algo de música, no tomábamos partido por nada ni por nadie, simplemente protestábamos y creíamos firmemente el uno en el otro.
Que importante era ese rato, como reconfortaba el llegar por fin a puerto, encontrar a alguien que compartía todo mi interior, que hacía suyo todo ese caos que reinaba dentro de mi cuerpo alterado por ese baile hormonal tan avasallador y puro.
Después de alcanzar la total empatía, solo quedaba buscarnos, con los ojos, con las manos, con la boca. Unirnos, con una pasión desmedida, más allá de lo sexual. Habíamos encontrado un sitio seguro y tranquilo, a salvo de ese carrusel de acontecimientos, incertidumbres e inseguridades que era la adolescencia.
No podíamos parar de besarnos ni un momento porque en realidad lo que buscábamos era la unión total. Entrar dentro de ti o tu de mi, que más da, el caso era hacernos uno.
Nadie pasaba los domingos por la tarde por ese banco, el nuestro, el primer nido de amor y daba igual que no tuviera luz o hiciera frío. Nunca más he sentido a nadie de esa manera, éramos tan generosos, tan arriesgados, tan imprudentes que confiábamos ciegamente el uno en el otro. Platón nos velaba y por una vez su amor fue real. Nunca más un amor puede ser real, después de un primer final.
Pasaba el tiempo y solo nos despegábamos para mirar el reloj, igual de juntos, dejábamos nuestra “morada”, abrazados y tristes nos dirigíamos a tu portal. Allí, una despedida larga, como si uno de los dos partiera a la emigración o al exilio y multitud de “últimos besos”.
Sólo en el Metro, pensaba en todo lo que no te había dicho y nada más llegar a casa sonaba el teléfono o te llamaba y charlábamos largo rato de todo, acabando con varias despedidas, nadie quería colgar. Esta tercera fase era para hablar de cosas más normales y cotidianas, al no vernos, no podíamos tocarnos y besarnos lo que nos hubiera imposibilitado hablar.
Nunca fue igual, con nadie más, ni siquiera entre nosotros. Solo un amor kamikaze y una soledad tan angustiosa como la vivida en la adolescencia pueden provocar que dos personas se amen así. Más allá del sentimiento, de lo sexual, de lo racional y de lo emotivo, un amor que solo visita a algunos y cuando lo hace es por una sola vez.
Fue tan grande la fe en nuestra unión que lo logramos, en parte. Lo hicimos, sin medir el riesgo, y por supuesto; las consecuencias y todavía hoy escuchamos dentro, para fortuna o desgracia, ese trocito del otro. Una pequeña parte nuestra se quedo dentro del otro, como pago a tanta generosidad y con la firme intención de amar a esa persona de por vida.
Luego, muchas cosas nos ocurrieron, personas se cruzaron, lagrimas, sonrisas, sexo, amistad, trabajo, éxitos, fracasos y tantas otras.
Y esa pequeña parte de nosotros que se separo, no entendía nada y se sentía poco a poco más defraudada, la misión por la que permaneció allí ya no tenía sentido. Tampoco podía salir y buscar su raíz, como el emigrante que al regresar no encuentra todo lo que ha añorado tanto tiempo.
Se quedo sola, olvidada por su propietari@ y también por su arrendador/a. Yo,de vez en cuando, la oigo gritar dentro y pedir justicia con la vehemencia que heredo de esos chavales.
Hoy, me encargo de rodillas, escribir este blog y por una vez no la voy a defraudar.
PD.- Donde estés; un beso fuerte, no como aquellos, pero cargado de cariño y deseos de felicidad.
Todas las noches durante un rato, antes de dormir, pensaba y preparaba todo lo que iba a decirte y también imaginaba tus respuestas, reacciones y como pensaba yo que interpretarías mis sentimientos.
Al levantarme, buscaba el momento oportuno para expresarlo todo, el día avanzaba y siempre se cruzaba algo que parecía evitarlo. Llegaba de nuevo la cama y vuelta al primer párrafo.
Que paradoja, la ausencia de sonido era mi principal aliado, los momentos de silencio eran los que estábamos más cerca de romperlo pero algo lo impedía siempre.
Y de nuevo: la noche y la esperanza bailando en tu mente imaginando que mañana por fin si que lo conseguiríamos, alimentando una débil torre emocional sustentada en pilares de recuerdos: el amor, o tal vez; el cariño.
Algunas veces, no muchas, antes de separarnos para el descanso, nos acercábamos mucho y bebíamos de nuestros cuerpos que alborotados también sonaban fuerte para impedirnos hablar y luego nos mirábamos y un beso imponía de nuevo el silencio.
Mucho tiempo compartido, proyectos inacabados, carentes de la ilusión que los haría avanzar, miles de anécdotas, emociones y momentos de placer pero siempre con mucho ruido, imposible conectar.
El sonido del silencio, la ausencia del complemento, la exigencia de interpretar un papel del que, seguramente, ni siquiera conocemos el guión o equivocamos el personaje.
La exigencia de ser y mostrarte feliz cuando en tu fuero interno estas muy lejos de serlo, sin culpar a nadie por ello.
La ignorancia de tener la certeza de que los demás son como tu o si encajan perfectamente en su papel, la ausencia de reglas y la libre intuición, tan peligrosa y complicada.
Pero ayer, San Valentín, cuando te vi llegar con mi regalo, con aquel sugus, y comprobe que era azul, mi preferido; todo se aclaro y al degustarlo lentamente mirándote a los ojos descubrí que no hacía falta hablar, para qué..........
Hace unos años, allá por mayo del 2006, el díario EL Mundo buscaba el internauta ideal en el día mundial de internet. Mi definición fue seleccionada aunque no gane quede entre los tres finalistas
Por que el secreto es plantear las cosas desde un punto de vista imaginativo. Atacar las cosas desde los lados con una gran dosis de creatividad. Aportar un pensamiento que no sea homogéneo que no sea el común, el que espera la gente. Abrir nuevos ángulos, expectativas insospechadas. Nuevos enfoques y sobre todo .....escuchar, leer con el corazón, buscar emociones entre las letras y ser....atrevido. Solucionar, ayudar y aportar haciendo trabajar a la mente del lector. Ciao
Un buen amigo me hablaba el otro día de la innovación disruptiva, que ahora parece estar de moda, y me acorde de estas frases. Quizá es que las cosas (ideas) flotan en el aire y solo hace falta que la gente las perciba para darte cuenta de que tu estas también en esa onda hace tiempo. Pero también me hizo pensar que a pesar de ser consciente de ello es muy complicado romper los moldes y arriesgarte a presentar algo con una óptica totalmente diferente cuando esta en juego tu pan y el de tu familia. Todos esperamos el maravilloso y esperado momento en que acertemos los seis numeritos para iniciar una aventura de este tipo, de lo contrario aplicamos un correctivo a la mente y sonreímos al jefe o seguimos mandando CV.
Creo que mentalmente llevo mucho tiempo siendo disruptivo lo complicado es llevarlo a la práctica. Lo triste es pensar que hace ya mucho que lo soy y sigo, más o menos, en el mismo sitio.
Además, echo de menos el divertirme, el compartir ilusiones y llorar de risa mientras trabajo. Ahora las nuevas tecnologías nos brindan muchas oportunidades para conseguirlo y no hay razón para no intentarlo.
Por tanto proclamo cuatro afirmaciones simples:
1.- Todo no esta inventado, ni mucho menos.
2.- Como dice mi amigo, solo ha existido un momento similar a este; la revolución industrial.
3.- Tenemos tiempo.
4.- Hay que educar a nuestra mente para el pensamiento y la creatividad lateral.
Y a vosotros mis queridos amigos os arengo a :
1.- Ser osados e innovar en todo con valentía.
2.- Hacerlo en equipo; hablemos, creemos y recuperemos la tertulia “disruptiva”.
Prendido de esa b larga, tratando de alcanzar un suspiro mezclado con una ese, mi favorita.
Aguantando a pulso tanto silencio, más duro por estar a oscuras, hasta que atisbo un murmullo con vocación de gemido, que descanso más placentero para mi cuerpo y que divertida tarea para mi mente.
Desde que me enamoro tu voz cada noche me acurruco a tu lado, sin tocarte, para disfrutar de estos maravillosos sonidos a la vez que imagino que sueño o pensamiento los ha provocado.
De día me gusta escucharte pero todo es más predecible, maravillosamente contaminado por tus gestos y tus ojos, por lo que es menos puro.
Sin embargo, tus noches son solo mías y aunque no entienda el significado, cierro mis ojos y como si fueran lianas voy saltando entre las sílabas, los lamentos, quejas, susurros y gemidos.
Mi cabeza trata de interpretarlos, sin comprender nada, se introduce en tus sueños que pasan a ser míos y no comparto con nadie para no despertarte.
Por eso te quiero, navego tus noches y comparto tus sueños, aunque tu no lo sepas.
Creo que era viernes y la tarde era tranquila, no recuerdo como y porqué nos dejaron libres, pero lo cierto es que comimos solos. Que importa el qué, algo frugal supongo, la casa estaba fría pero la fue calentando el sol al abrir las persianas.
No sé como se sentía ella, yo me sentía muy bien a su lado aunque mi corazón pertenecía a otra y era feliz con ella.
Siempre me atrajo, desconozco la razón, era viva, inteligente y desconcertante a la vez, quizá parecida a mi, no lo sé, aún no se mirar desde fuera. Y como siempre:el azul, desde pequeño siempre estuvo ahí permanentemente, onírico.
No paso nada carnal, ni entonces ni nunca, éramos tres en la habitación, solos y contentos; ella, yo y el sol. Este último, se limitaba a calentar, los dos primeros a agradarse mutuamente intentando aprovechar la ocasión, sabedores de las escasas posibilidades que tendrían de repetirla.
Frases cortas, miradas y sonrisas, repito; nada carnal, todo muy cordial, muy blanco y.......azul.
Me propone intentarlo y quiere que cierre los ojos, me resisto, no podré ver el azul y hoy es todo para mi, no quiero, me convence.
Su voz suena distinta, pero igualmente dulce y comienzo a mecerme en ella como si fuera un columpio. Me traslado o me transporta, la oigo pero no se donde me lleva, el azul se hace música y me atrapa en su sonido.
Me dirijo a algún sitio, cabalgando en un color, desconozco el destino, tengo temor sin llegar a ser miedo......me suelto, me dejo.
Todo se transforma en verde, hace frío y de la chimenea de una casa en lo más espeso del bosque sale un humo muy blanco. El azul me guía y me dice que siga andando y encuentro algo entre las hojas, lo cojo entre las manos y estudio sus detalles. Se que no es mío pero me es extrañamente familiar. Dentro de la casa hay alguien pero el color me dice que vuelva, que lo haga despacio, sin prisa, pero ya es hora de regresar. Me cuelgo de esa voz no sin oponer cierta resistencia a volver del lugar que temía ir hacía un rato.
Hay una especie de cuenta atrás y despierto, me recibes con una enorme sonrisa, el tercero se ha encargado de calentar la habitación en mi ausencia. Todo es perfecto.
Quiero volver, necesito sentir de nuevo como suena el azul y resolver alguna incógnita, no puede ser, nos tenemos que ir, ellos nos esperan, es fin de semana.
Acepto, no sin que antes me prometas repetirlo, nunca ocurrió de nuevo.