viernes, 9 de noviembre de 2012

Lágrimas de cristal


Para Blanca, mi compañera.


Al despertar, te sentaste al borde de la cama, estabas tan triste que apenas sentiste como un cosquilleo los suaves golpes en el dorso de tus píes. Más tarde, en la cocina, después de que se perdiera un rato tu mirada en la ventana, observaste que la mesa estaba llena de diminutas láminas de cristal. Creías que no te quedaban lágrimas y aquello te sorprendió, asombrada, vistes como caían en grupos, brotaban de tus ojos sólidas y casi planeaban hasta posarse en la mesa. Tu llanto de vidrio duro un buen rato y luego, por no tirarlas, las agrupaste y guardaste en una vieja cajita de latón. Triste y sola.







Todo el día llamándote y al llegar a casa, silencio. En la cocina, sobre la mesa, una pequeña cajita antigua de farmacia. Al sentarme pensé en ti, no es normal dejar la ventana abierta en el mes de noviembre, nunca actúas así. El viento sonaba fuera y la curiosidad me hizo levantar ese objeto con cuidado para ver que secreto guardaba en su interior. Al girar la tapa una ráfaga de aire empujo multitud de pequeñas y brillantes estrellas contra mi rostro, que sentí húmedo al instante. Es difícil explicar lo que ocurrió en ese momento, comencé a llorar sin salir nada de mis ojos. Creo que viví tu llanto, percibí tantas cosas, tan intensas y diferentes emociones, tan novedosos sentimientos, que entendí que la realidad no es singular y la verdad es una familia numerosa.

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